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Presentación oficial

Se estaba acercando la hora, nuestra pequeña estaba por salir a conocer el mundo y todos estábamos esperándola, Fiona a pesar de mis cambios de humor y actitud ansiosa seguía apegada a mí ofreciéndose a tranquilizarme con su ronroneo.

Algunas semanas antes siguiendo recomendaciones de amigos y leyendo artículos de internet habíamos empezado a llenar el apartamento con cosas de bebé, armamos el moisés, luego el corral, trajimos el coche, y así sucesivamente… una cosa a la vez y permitiendo que Fiona explorara y asimilara estos cambios en su espacio. También pedimos a una amiga cercana ropa usada por su bebé que estuviera sin lavar y la dejamos regada en varios lugares para que se acostumbrara a ese dulce aroma.

Por fortuna no tuvimos ninguna sorpresa desagradable con este experimento, pero si fue necesario lavar y limpiar los pelos de gata de los sitios donde estaría la bebé los primeros días.

La espera terminó, María Helena llegó un martes a mediados de junio a llenarnos de felicidad absoluta, y confieso sin remordimientos que en esos momentos en mi mente no había espacio para Fiona, ni para nadie más. Fue solo cuando llegó la hora de ir a casa que empecé a recordar lo que había leído para la presentación de nuestra hija humana a nuestra hija felina, con humor decía: “Creo que cuando Fiona vea a María Helena se va a dar cuenta que es adoptada”.

Mentiría si llegara a negar que sentí miedo, María Helena pesaba y media apenas la mitad que Fiona, además mi visión protectora se volvió casi como la de Superman y veía pelos diminutos flotando en todo el ambiente, pero recordaba esos bellos momentos durante el embarazo y me convencía a mí misma que Fiona se mantendría igual de amorosa que siempre.

Ese jueves llegamos a casa, abrimos la puerta del apartamento y ella ya estaba esperándonos, la saludamos con efusión y en seguida mi esposo comenzó a agacharse con María Helena en brazos explicándole quien era, la olió de cabeza a pies, se acercó a olerme a mí como rectificando y luego se fue a tirarse sobre la alfombra para dejarse consentir según su rutina. Fueron minutos valiosos que pasaron rápidamente y hoy apenas son flashback en mi memoria, pero en el contexto general significó la base de una hermandad.

Es inevitable hacer una reflexión sobre el instinto animal que es de profundo misterio para mí, los humanos necesitamos gestos o palabras en nuestro mismo idioma para expresarnos y aun así a veces no entendemos las cosas, a Fiona le bastó solo eso para darse cuenta que debía amarla y protegerla como a nosotros, hasta el día de hoy lo ha cumplido.

Esta historia apenas está comenzando…

Pd: La foto no es de la presentación inicial, pero fue tomada en los primeros días. Fiona continuaba oliendo a María Helena con mucho cuidado siempre que estaba cerca.

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